martes, 9 de enero de 2007

El mito de la diversificación (II)

En el anterior post os hacía una introducción acerca del concepto de diversificación y de por qué para mi ese concepto (en el sentido estricto en que lo utiliza la industria) no es válido. Bien, es ahora el turno de poner sobre el tapete cual es la visión que prefiero contemplar:

Parto de la base de que el objetivo último de cualquier concepto de diversificación debe ser “atar en corto al gestor” y más aún cuando las figuras de gestor e inversor recaen en una misma persona. En definitiva, la diversificación debe ser un mecanismo de control de riesgo. Un mecanismo que cada inversor debe fabricarse antes de empezar a invertir.

Para ello, deberíamos responder dos preguntas que considero fundamentales:

1. ¿Qué tipo de persona soy? Conocerse a uno mismo es imprescindible a la hora de establecer cualquier estrategia de inversión. El mercado es cambiante, pero las personas no lo son tanto. El mercado y la mayor parte de indicadores que maneja (las primas empleadas en los modelos de valoración de empresas, ratios, etc.) se mueven en uno u otro sentido, en función del apetito de riesgo que el conjunto de inversores tenga en cada momento. Cuando entramos a jugar en un contexto de riesgo diferente de nuestro concepto de riesgo personal, es cuando nos sentamos sobre una bomba que puede estallar. Adaptar una estrategia de gestión, que se acomode a nuestro nivel óptimo de asunción de riesgo, es la clave para poder movernos en mercados que cotizan niveles mayores de riesgo a los que nos gustaría asumir.

2. ¿Cuáles son mis objetivos de inversión? La inversión es una carrera de fondo y como tal no podemos permitirnos desfallecer, una vez la carrera ha empezado. Para evitar que esto suceda, debemos volver a centrarnos en nosotros mismos y no en el mercado. De nada sirve compararse con los índices, ni con la rentabilidad de la cartera del vecino. Los índices (el mercado), o el vecino (otros gestores), no son nosotros y no tienen las mismas necesidades, ni virtudes o defectos, que nosotros. Por ello nuevamente, debemos adaptar una estrategia de inversión que se acomode a nuestros objetivos.

Una vez analizados esos puntos, vamos a pensar en que instrumentos de inversión tenemos hoy en día al alcance de la mano:

1. Un universo casi ilimitado de activos para invertir (miles de acciones de empresas a nivel mundial, futuros sobre acciones o índices, opciones, ETF sobre cualquier índice o sector imaginable, materias primas, emisiones de renta fija pública y privada, divisas…).
2. Una serie de herramientas para afrontar las decisiones de inversión (análisis técnico, valoración de empresas, análisis cuantitativo, sistemas automáticos, comparables, etc.).
3. Distintos enfoques de inversión, que básicamente se resumen en tres: alcista, bajista, o no direccionales (delta neutral).

Una vez analizados todos los puntos anteriores estaremos en disposición de poder definir una estructura de cartera bien diversificada. Nuestro trabajo consistirá en establecer una “mezcla” equilibrada y coherente de los elementos que hemos ido desgranando (personalidad, objetivos, activos, herramientas y enfoques). Conseguir un mix adecuado de estos elementos supondrá “dibujar un campo de juego” y unas reglas válidas para “nuestro” juego. No podemos permitir que sea el mercado el que nos imponga unas reglas, porque entonces estaremos a su merced. Debemos ser nosotros quienes digamos al mercado: “yo juego en estas condiciones y no en otras porque mi personalidad, mis objetivos y los instrumentos de inversión que utilizo así me lo imponen”. Si no hacemos esto, llegará el momento en que el mercado impondrá unas condiciones de juego que no sean las idóneas para nosotros y será en ese momento cuando empecemos a sentirnos incómodos y cometeremos errores que podrían no tener remedio.

Como veis, el concepto de diversificación que propugno es bastante sencillo en la teoría. En la práctica es más complicado: supone realizar un autoexamen profundo, conocer hasta donde puede llegar uno con sus conocimientos y con la experiencia de mercado que tenga. A nivel profesional es prácticamente imposible llevar a cabo este enfoque, ya que los gestores se tienen que amoldar a la realidad del mercado y a las “modas” que éste impone. ¿Os imagináis a un gestor que le diga a su jefe “no mira, es que yo con niveles bajos de volatilidad no sé hacer trading” ó “no, es que a mí sólo me interesan empresas con un EV/EBITDA inferior a 10 veces”? Por todo ello, la media de los gestores se dedica a “perseguir” a los índices (cuando no a replicarlos directamente).

En resumen mi propuesta es que juegues a tu juego compartimentando tu cartera y utilizando “lo que se te da bien” utilizar. Ello hará que sin darte cuenta, hayas conseguido una exposición óptima para tu nivel de riesgo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece una exposicion buena y pensada, aunque eso creo que es así en todos los campos de la vida, y aún así todo el mundo seguimos haciendo las cosas mal.

Oscar Sospedra dijo...

La diversificación excesiva es un signo de ignorancia no es lógico que un inversor de a pié con 6000 euros tenga más de 5 valores.